24.9.11

* La niña Rosa *

Muchos veranos como éste que ya agita su pañuelo y se despide, quedarán en la memoria de más de uno que no soy yo, el oír un nombre que por derecho se escuchaba, prendido en el aire, con el mismo soniquete y a las mismas horas, día tras día y mes tras mes, durante mucho tiempo.
Más de una docena de años han ido pasando para la niña Rosa, desde que su nombre se repitiera  por su madre cada atardecer sin faltar uno, hasta que la niña de aquellos entonces aparecía en la esquina del jardín, a contestar a su madre con su alargada queja adolescente:
- ¡Quéeee....... mamáaaa!.
Rayando la hora del noticiario televisivo, su madre salía al balcón, con su melena rizada y su cigarrillo rubio humeando entre sus dedos, echaba un vistazo a los que niños jugaban por abajo y como de costumbre, su niña Rosa no estaba entre ellos.
Cada día arañaba todos los minutos que podía a su madre, en el afán de aumentar su tiempo de asueto, pero la madre no cedía ni un sólo segundo y fiel a su costumbre obligaba sin querer a su madre a llamarla una y otra vez a grito pelado, hasta que aparecía.
Se hizo una costumbre asociar la hora de cenar a las llamadas de la madre a su niña, junto con las protestas airadas de Rosa  y la resignación de los vecinos del lugar.
La madre se iba poniendo nerviosa, cada anochecer en su balcón, porque la niña Rosa se le fue encarando y su docilidad acabó por desaparecer.
Dio paso a su adolescencia complicada, a  los gritos acostumbrados entre las dos, la una arriba y la otra abajo y a nadie se le ocurría hablar,  pendientes de la escena diaria, casi graciosa al vecindario, en el silencio del patio o detrás de unas cortinas .
- ¡Rosaaaaaaaa, que subas he dicho!,
 -¡ Mamá que aún es prontooo, que noo!,
- ¡Mira niña, no me hagas bajar,  mira que bajo, ehh!,
- ¡Ohú, omáaa, siempre igual!.

Al rato se oía a la madre batir  enérgica mente los huevos para la tortilla de patatas familiar, golpeteando con ritmo el tenedor contra el plato, mientras seguía gritando a la niña ya en casa para que aligerara  con la ducha y que estaba muy cansada de tanto bregar con ella y con la vida.
Luego de ésto, reinaba un oportuno  y ansiado silencio y cada uno seguía ya a lo suyo.
La niña Rosa no era amante de los libros, ni de ir a la escuela, más bien le preocupaba su larga melena castaña y tontear aquí y allá con los muchachos del barrio.
Su mirada era huraña, como si estuviera enfadada con el mundo, hasta que el director de colegio le recomendó a su madre que mandara a su hija a aprender un oficio, porque las letras y los números no eran lo suyo.
No le debió ir muy bien  a la niña Rosa y probó varios trabajos temporales, mientras se iba haciendo una mujer y la madre encanecía sin remedio aquellos rizos cordobeses, envidia por cierto de muchas vecinas.
Pero la madre no salió más al balcón a decirle que subiera volando a casa, Rosa trabajaba y se había hecho mayor.
Un día paseando por unos jardines del centro la vi y me vio, hacía mucho tiempo que le había perdido la pista.
No la había reconocido sin su larga melena, estaba recogiendo las hojas amarillentas de los jardines, enfundada en un mono color verde del Ayuntamiento y me quedé sorprendida, nunca la imaginé en un trabajo así, con lo estirada que era la madre.
Primero agachó la mirada casi con vergüenza y luego me miró esperando mi respuesta, pero no le dije nada,  le sonreí y seguí mi paseo sin volver la cabeza.
Desde ese día, pasaron otros más y cuando me la encuentro y me mira, ahora me sonríe y yo sigo sin decirle nada, pero le devuelvo la sonrisa.
Inevitablemente al acercarse las nueve de la noche, aún espero con nostalgia volver a oír a su madre llamarla, pero a esa hora Rosa ya está en casa y su madre ya no tiene que llamarla.







23.9.11

* Mi cielo *



El cielo que contemplo ahora mismo es  casi del color de la plata, tan sólo unas franjas celestes difuminan su tristeza aparente y sus ganas de soltar las lágrimas retenidas en el vientre de las nubes.
Poco a poco, se van saltando lejos y yo me quedo aquí, pensando en qué soñar, mientras un  aire suave mueve las cortinas que realzan la  estancia donde escribo, con sus cremas, verde esmeralda  y detalles dorados cayendo en cascada por sus pliegues, hasta abrazarse entre ellos.
Lentamente el azul toma su sitio en mi horizonte y las ramas del árbol que da sombra y cobijo a mis gorriones, se mecen sigilosas entre los trinos cantarines y una brisa que suelta sus hojas secas.
Caen inertes sin quejarse siquiera y cubren el suelo de un manto dorado, mientras la mañana desgrana sus minutos ante mis ojos ávidos de algún detalle que ayer se me escapaba.
No se oye nada más, todo está en silencio y me complace que así sea.
Me distrae de mis letras el rugir seco de los coches contra el pavimento, me disgustan los gritos que alteran mi paz interior, me pueden los ruidos estridentes e inoportunos que rompen la armonía del momento.
Me embelesan otros sonidos que acarician mis oídos, sones de baladas y boleros, logrando hacer salir la ternura que poseo dentro de mi alma, esos mismos que acuden a mi boca y la convierten en sonrisa o esos otros que asaltan mis ojos y los impregnan de un brillo único.
Me gusta ver más allá de mi mirada, encontrar motivos y paladearlos, como en este mágico instante que puedo ser la que quiera ser, sin importarme juicios y opiniones.
Adoro las emociones que me confiesan que despierto en quien me lee, cuando viene y se pasea por el rincón de mis sueños.
Son el acicate claro de mi impulso a seguir adelante con mi día, con mi suerte y en esta vida que bulle joven y alegre dentro de mi misma vida.
Quiero ser la que soy, ni me quito ni me pongo notas de violínes, ni flores en el pelo para ser más o menos agraciada, ni oro en mi piel para que me lisonjeen, no lo busco y no lo quiero.
Más bien seguir el camino que elegí, a caballo entre el cielo del tono que elija ser cada amanecer y entre la tierra con su otoño dorado, lejos ahora del mar que me extasia y que tanto extraño.
Soy la que lees, sin papel brillante para envolverme, ni lazo de regalo, sin palabras complicadas y sin melancolía, ni añoranzas soterradas.
Tengo mucho que decir todavía, cuando los sueños sean tan bellos como quiera imaginarlos y acudan a mis manos y a mi mente, para así hilarlos en el tapiz de mi momento, éste al que acudes cuando llamas y te quedas.
Sabes que estoy siempre, aunque no me veas, despierta o eligiendo otros sueños, con dulces canciones de amor, pensando en ti, en mí, en la vida, en el cielo, en nosotros y en todos los que saben arrullar su alma junto a mí.
Y vendré, cómo no a contarte letra a letra, mis cosas, sin planes, sin medias tintas, cómo es mi alma y qué ven mis ojos, para que tú, si quieres lo disfrutes conmigo.




22.9.11

* Corazón *


Escondido en un lugar de la memoria yace palpitando, ante los ojos entornados de la luna blanca.
Así calla cuando habla, sin rabietas de niña de domingos, sin coqueteos de otoño declarado.
Con los susurros del silencio, así luce, con tonos pastel y sueños de miel.
Así se ríe, mientras va con ella, descalza por la vida de su vida.
Cuando se asoma a sus ojos, prefiere la elegancia, requiere la bondad y la ternura, escoge la verdad de su todo, regala su lealtad sin precio y promete la quietud de su tiempo.
Valora sus reclamos, entiende sus ausencias, espera mientras él le espere y se va de paseo, cuando la vida les separa.
Sólo es cuestión de acompasar el baile de las letras, ponerles la música de un bolero con dos soles y una sonrisa de luna lunera, para su boca.
Cuanto más se mira en el espejo de sí misma, más ansía que él la encuentre, que le salve , cuanto más le apremia su ausencia, menos tiempo falta para la llamada de sus trinos de violines, en medio de su espera.
Los sentimientos se sienten vivos o se mueren de pena en el olvido
Siempre están ahí, ahogados, oprimidos, agonizando, clamando por volar por fin  libres y felices para siempre.
Cada corazón late como puede, hay veces que parece dócil, hace como que escucha, pero en el fondo es rebelde, tramposo, como un eclipse de sol.
Si se sabe vencer al juicio, ama.
Si se rinde en el camino, pierde la dicha ansiada.

¿Mi corazón?.
Es cauto y bandido,
es joven y cantarín,
es zalamero y justo,
es leal y exigente,
es paciente y equilibrado,
es dulce y exclusivo,
es bueno y entregado,
es tierno y duradero.
Corazón al fin,  para amar amándote.

(12 mayo, 2009)



21.9.11

* Eres tú *

*  Tú y yo *




Mi querido amigo, mi fiel escudero desde el día que te conocí, eres la  luz necesaria para mis ojos cansados cuando estoy triste.
Así eres tú, cuando vienes y te acomodas en el sillón de la vida, me escuchas y me ayudas a sonreír un poco más.
Eres esa risa sincera y sin adornos, que me obliga a abandonar mi hastío, cuando me llamas desde tu silencio y me invitas a la playa de tu día, por un rato.
Eres ese centinela  fiel que sabe descubrirme, escondida detrás de mis renglones, mientras bailo un minué entre cables y letras.
Eres un amigo de los de verdad y me tendiste tu mano sin preguntas, ni  juicios, en mis amaneceres llenos de sol o con nubes de algodón colorido,  esas que van y vienen en mi alma.
Me quieres como sólo tú sabes hacerlo, con tu corazón de niño, porque yo soy yo, entre todas las mujeres y así te siento.
Eres mi amigo y  resulta parecido a vivir juntos una adolescencia en nuestra madurez.
Pasear aquí y allá sin relojes y sin gente, comernos un helado de vainilla muy despacio.
Charlar sin mirarnos a los ojos sentados en la playa, sin ninguna prisa y sin importarnos la arena en nuestros pies.
Eres todo aquello que quieres ser conmigo, incluso sabes lanzar  piedras al mar y que reboten en el agua más  allá que las mías.
Eres justo en la vida, generoso en tus consejos y tus actos.
Leal  y oportuno en tus tiempos conmigo y siempre me regalas tus sonrisas limpias y todo de ti.
Nunca te dije que te quiero, ya lo sé,  pero lo adivinaste, te conozco demasiado.
Te quiero tal y como eres, con tus noches silenciosas y tus cafés humeantes, preparados sólo para nosotros dos.
Con tu mar y con tus cosas, llenaste un vacío que dolía demasiado, cuando estaba perdida, en cierto modo.
Me encanta tu madurez, tu saber estar, tu independencia y tu estilo.
Tienes y tendrás siempre un sitio muy especial en mi corazón de amiga.









19.9.11

* Despedida *

Me voy de tu tiempo, me voy de puntillas,
te quedas  mis ojos, es lo que quieres,
guardarte mis lágrimas,  todas ellas,
las dulces y también las amargas,
por si me extrañaras.
Me voy de tu vida,
te dejo mis manos, que tuyas fueron,
te darán caricias con ternura infinita,
sedarán tu cara, cuando yo te falte.
Te dejo mi alma, que vele tus noches
y cuide tus días, que guíe tus pasos,
si la perdieras.
Mis ilusiones guardo en  arcón  de oro,
envueltas en sueños, de paz y jazmines,
cubiertas de besos, que nunca nacieron,
en el desván del destino.
Me llevo tus penas, para que no las sufras,
me llevo tus dudas, para que nunca vaciles,
me llevo tus miedos, para que no padezcas.
Me llevo lo que  me resta,
mi cuerpo vacío, mi corazón exhausto,
mi presente y mi sino.

Te dejo solo, que me voy  de tí,
para que me olvides, cuando ya no esté.


16.9.11

* Mi noche *






Es noche cerrada.
Ni siquiera la luna presumida, hizo hoy su aparición, en medio de las densas nubes que la ocultan.
El silencio que la inunda, se rompe con unas gotas distraídas, rebotando en la baranda del balcón, una tras otra, aquí y allá.
La calle está tan callada que da la sensación de que no hay nadie, ni nada en ella.
Me sorprende y me atrae, con la calma absoluta que inunda mis adentros, justo detrás de mis ojos.
Aspiro suavemente su humedad amable que emana el suelo y siento una leve brisa en mi cara, mirando el cielo, vestido de azul noche, sin estrellas, ni lucero.
Sola, serena, contemplo ahora el suelo mojado, con negros charcos, coronados por la luz de las agónicas farolas, que alumbran mi calle.
Aún faltan horas para que las sombras se disipen, con el sol que llegará, majestuoso.
El reloj implacable sigue arañando el tiempo y me interrumpe con su tictac nervioso, invadiendo con ternura mi vigila sigilosa.
Un suspiro quedaba para lanzarlo a que huya con el aire que me envuelve. El último de hoy quizá.
Es hora ya de decir adiós a todo por esta noche y descansar placidamente mi cuerpo y mi alma.
Adiós las estrellas que se esconden, a la luna blanca que me falta en el cielo encapotado.
A las gotas que no paran de caer a mi calle que se duerme, impasible.
Y a mis sueños que dejo prendidos en el alfiler de mi existencia, hasta que vengan de nuevo, en el hueco de mi alma.
Sin luna, sin sol y sin estrella ninguna, mi noche me besa los labios y me acuna en su regazo.
Inés duerme ya y la vida sigue.




15.9.11

* Adolescente *


Hoy estoy muy nerviosa, tengo un nudo en el estómago y me he levantado más pronto que ningún día.
Por un lado me apetece que el verano se acabe, estoy harta de no tener que hacer nada, pero por otro no sé qué me espera dentro de unas horas.
No hago más que dar vueltas a la cabeza, hoy no me concentro leyendo el último libro que he cogido de la biblioteca municipal.
No es lo que esperaba, parece que ni la tapa, algo descuidada por cierto, me anima a leer con la avidez de otras historias, días y semanas atrás.
No soy capaz de estar sentada, relajada y dejarme llevar por la propuesta de Enyd Blyton- Los Cinco en la caravana. Es un rollo.
Mi cabeza está inquieta, ando dudosa en la elección de la ropa más oportuna para este día.
Quiero sentirme guapa y todo lo que hay en el armario no es exactamente lo que yo pensaba, el día que lo elegí y mucho menos para dar buena impresión en el instituto.
Quiero entrar por derecho, sin mirar al suelo como siempre, aún no sé manejarme y no soy muy sociable que digamos.
He de afanarme desde ahora mismo en estar perfecta para enfrentarme al juicio de mis compañeros, que por otra parte me preocupa hasta cierto punto, tampoco tengo lazos de amistad profunda con casi nadie.
Me cuesta mucho relacionarme con la gente soy algo introvertida, pero me esfuerzo en cambiar poco a poco.
Aunque de pequeña hice lo que me venía en gana, creyendo que estaba bien, nadie me recriminaba, ni me corregía nada y un día, hace tiempo  mi vida dió un giro inesperado.
No quiero recordar el pasado, no me hace bien, me pongo triste, pero olvidarlo tampoco.
Ahora estoy conociendo el valor de la amistad, que incluye un buen aspecto físico, una actitud positiva  y entender que lo que nos preocupa a los adolescentes, no es lo que aconsejan los  aburridos adultos.
Mi madre ultimamente me da la murga con sus sermones interminables y aunque me cuenta sus experiencias y el valor de una buena amiga, yo iré a mi ritmo y no al suyo.
Le haré caso, al final suele tener razón, aunque no se la dé e iré preparándome para la hora en que realmente mi verano se acaba.
En cierto modo tengo ganas y algo de miedo de empezar un nuevo curso,  del anterior salí bien, aunque cuando vi "las notas" lloré de alegría, no las tenía todas conmigo y el fantasma de las matemáticas pendía sobre mi cabeza.
Quise " no hacer nada " en todo el verano,  tenía derecho, había aprobado todo.
Miré mil veces la hoja de mis tres evaluaciones, hasta que me convencí de que no soñaba y que no tendría malas caras en casa.
Era libre por un par de meses de los libros que no me interesan y los dejé metidos en la mochila sin más, en un rincón de mi habitación.
Me acabó resultando muy aburrido el dejar pasar las horas así como así, los primeros días de vacaciones, así que he claudiqué en mi resistencia al placer de la lectura y fui leyendo libros aconsejados para mi edad, unos más aburridos y otros interesantes.
Son las once de la mañana y dentro de una hora es el principio de un nuevo curso.
He de arreglarme, perfumarme y espero sentarme junto a mi mejor amiga.
Dicen que hay un chico nuevo este curso y tengo curiosidad por saber quien es y si me mirará con una sonrisa, si le gustará Justin Bieber tanto como a mí.
Estoy más nerviosa que antes y me resisto a mirar el reloj  que no para de lanzar segundos y restar minutos.
Tengo una hora escasa para ponerme ideal de la muerte, seguro que cuando localice mi aula, en el último piso, ya lo sé, estaré por fin tranquila.

Hoy comienzan las clases y soy una adolescente.








12.9.11

* Quise *






Quise decirte muchas veces que te amaba, pero no tuve el valor suficiente, tuve tanto miedo a que me dijeras que no, que preferí callarlo y mirarte desde lejos.
Quise matar ese sentimiento, que luchaba por vivir dentro de mi corazón desde casi el principio, pero no pude, era una batalla perdida.
Quise convencerme de que sólo era un capricho de unos días y que, pasado un tiempo acabaría muriendo en su agonía, pero iba echando raíces en mi estío, sin que yo me diera cuenta.
Quise centrarme en mis silencios, mis cosas y mi vida.
Quise seguir mis pasos elegidos, vivir mis mañanas claras o con niebla, pero te habías instalado tan hondo en mis adentros, que te hiciste el protagonista de mi afecto.
Me alejé de paisajes que me hicieran recordarte, sin haberlos conocido contigo, pero todos eran por tí y me llevaban a pensarte una y otra vez.
Quise esperar una señal tuya y permanecí en silencio un día tras otro, sin dar muestra de mi secreto y no supe encontrar ese indicio en tus palabras.
Quise perfumar tu alma con los pétalos de mi delirio, pero el aroma se perdió en el aire de mi vida.
Razoné a mi alma con el juicio que manejo cuando toca, la locura de mi empresa y me reñí con dureza.
Dibujé un presente contigo distinto, dulce y enamorado, en mis ratos de descuido y me vi  feliz contigo.
Y desperté del sueño, de todas las veces soñadas, tuve que hacerlo y volver a la realidad que me observa y me reclama.
Pensaba en mí y en mi amor, pero no en el tuyo, no fui capaz de encontrarlo. No había nacido.
Estuve siempre sola,  sin ti, tú no me amabas y por fin me convencí de ello.

Aunque el amor se entregue sin reservas, si no es mutuo y no se alimenta, se agota y se muere de pena.




7.9.11

* Él *



Hoy no empezaré por describir el azul del sol, como lo hago muchos días.
Ni siquiera me interesan los sonidos que traspasan la puerta de mi terraza y se instalan sin permiso.
Dejaré a un lado los rayos de sol que dan sus últimos coletazos en mi mañana silenciosa.
Buscaré una pieza de música al azar, para que sacuda mi alma adormecida y trataré de que me empuje a escribir algo  tranquilo, hilvanando ideas en el lienzo de mi espacio.
Hará que me transporte a otra parte, donde tengo una cita ineludible, desde hace días, no se cuántos, no me preocupa anotarlo en mi memoria.
Ese lugar es el rincón de mis sueños, donde puedo ser la que gusto ser, a cambio de un rato de embeleso con las letras.
Unos días  quiero ser un pez dorado, bajo las olas, otros elijo ser un ave de paso, burlando a las nubes, con mis alas de plata.
Los más soy una mujer, sin más adornos que los necesarios, pero con un corazón que palpita y siente que la vida es bella y más sencilla de lo que parece.
Sé que él me espera en el sitio concertado, que este tiempo no cuenta, cuando me piensa.
Sé que vendrá otra vez a sentarse al borde de mi vida a charlar conmigo, como buenos amigos.
Él sabe siempre donde encontrarme y sonríe cuando me ve entre la gente, aunque no me lo diga.
Los dos esperamos a que el otro diga algo, aunque mi paciencia es mayor que la suya y él lo sabe.
Llega con prisas, unas flores blancas y  el corazón agitado, se lo noto, pero guardo silencio y procuro que se sienta cómodo conmigo.
Me dice que tiene poco tiempo para quedarse y sonrío porque siempre trae prisa y al final se le olvida.
Sé que le robo un tiempo sin querer hacerlo, pero al final nos lo robamos juntos, charlando de mil cosas y la vida sigue avanzando tranquila, hasta la próxima cita.
Le ofrezco una arena suave para pasear descalzos sin peligro, en cualquier playa del mundo, el uno junto al otro.
Le invito a una cena para dos, con manjares de sitios lejanos y luces en el suelo.
Descorcha con destreza una botella de buen vino, para  sellar el encuentro, junto a las risas de las olas.
Le hago notar que nos falta música para bailar si le apetece, aunque sabemos traerla de nuestra memoria y dejarnos llevar con un bolero cualquiera.
Estamos siempre cómodos, avanzando en confidencias y conociéndonos cada día un poco más y nuestros lazos de amistad y de cariño se hacen sólidos y duraderos.
Me llena él y me gusta sentir que está a mi lado, que le preocupan mis pasos y mis cosas.
Me encantan sus sonrisas y su ironía, incluso cuando se pone serio y me hace volver a la realidad de todo ésto.
Hablamos simplemente de nosotros, sin más proyecto que el ahora, pero con elegancia y lealtad a sus secretos con los míos.
Sabe y sé que nuestra amistad es intensa y fascinante como un sol en una playa de verano.
Lo demás, mis otras cosas, para otro día.














5.9.11

* Tu mirada *





El cielo, este mismo que hace unas horas estaba cuajado de estrellas, con la luna coqueta sonriendo, acaricia ya mi despertar y te lo ofrezco como mi  regalo especial, desde el mejor rincón de mis sueños, a cambio de tus sonrisas.
Ven y siéntate conmigo, quiero sin más afán el contemplarlo reflejado en tus ojos, extasiada en su brillo, primero al cielo y luego  a ti.
Vuelvo a mirar, comparando los azules y paladeo en mi alma cada matiz que se me ofrece, cada sentido que le dais, tú con tu mirada y el cielo con su eternidad y sus caprichos.
La elección siempre eres tú, sin dudas ni miedos.
El cielo no me envuelve con su ternura como tú, cuando me hablas al oído.
Ni sabe decirme sin palabras lo que calla, tan bien como tú lo haces, con tus  silencios entendidos.
La luna, rival de tu sonrisa se esconde ya hasta esta noche y te quedas tú conmigo en este amanecer tan bello.
No es el primero, tuve antes otros diferentes, pero no eran tan azules, ni estabas tú, ni me miraba en tus ojos.
Mis sueños eran de  muchos colores, sí,  pero me faltaba ese azul sublime que supera al cielo y sus amaneceres.
Me zambullí en el fondo de tu alma sin querer buscarte, te encontré y me quedé prendada entre tus olas y mareas que me pueden.
Duerme mi bien que yo velo tus sueños, desde este amanecer que apagó ya la noche, envidioso  del color de tu mirada.





2.9.11

* LLuvia *


Vivimos con mucha prisa y no vemos la belleza que nos rodea, se nos acaba olvidando que los paisajes son  cambiantes, como nosotros y nuestras emociones..
Las nubes están ahí siempre, vigilantes, cuchichean secretos entre ellas y luego se alejan a su antojo.
Unas veces se dejan arrastrar por el viento, hasta desaparecer  y otras deciden romperse y llorar en silencio.
Sueltan con  gana sus lágrimas de cielo  y se estrellan despacito contra el suelo reseco.
Me gusta la lluvia, la frescura de su tacto en mi piel, el color del cielo hace que me embelese en su aspecto.
Hace que mi alma se esponje y que mis palabras fluyan solas, en cualquier rincón de mi espacio de sueños.
Me encanta un paseo inesperado, bajo  un paraguas amistoso, camino de un  puerto, para ver juntos algún matiz del mar que desconozco, sus reflejos de colores, esos que quieres mostrarme con orgullo.
A veces son tiempos para no hablar y contemplar  juntos el mar que recoge las gotas de lluvia una a una.
Me incita a  estar simplemente respirando el aire puro y sentir una inmensa paz interior.
Me sorprende el brillo que deja a su paso, humedeciendo el pavimento, el horizonte y mi mirada en cierto modo, se embellece con su reflejo en mis pupilas.
No me cansa la lluvia, al contrario, me propone cosas nuevas que en su ausencia no hago.
Puedo tomar contigo un chocolate caliente, en el soportal de la casa, mientras no hago nada más que sentir su presencia, junto a ti.
Puedo pasear si te apetece, como a mí por cualquier calle, preparados para ello por un rato, en busca de un techo y descansar riéndome contigo.
O inventarme  una tarde mágica juntos, sin tiempos ni prisas.
Dejarme llevar y sentarme a escuchar lo que desees contarme, sabedora de que el reloj está parado, mientras la lluvia esté presente y quieras tú que esté yo.
La lluvia, quizás porque no tengo demasiada en mi diario, me vuelve tierna, más aún y tú lo sabes.
Hace que saboree su paisaje y que me recree en el manto de vida con el que generosamente me obsequia.

El agua es vida, yo soy vida, tú eres vida.
Me encanta la vida, más si las nubes lloran.







1.9.11

* Abrazo *


En el silencio de esta noche, en la soledad de las mañanas, en el lento pasar de las horas, pienso en tí y lo sabes, aunque no te lo diga.
Sin protestas por el tiempo que pasa por delante de nosotros, sin quejas, ni reclamos, sin lágrimas, pasa y te extraño.
Te pienso sin querer hacerlo y no tengo respuesta al porqué lo hago.
Te extraño a ratos y en ellos me pregunto si a tí te sucede de igual modo, aunque no me lo digas.
Y duele el tiempo de la espera y sus silencios, me araña el alma y  se hace duro el desconsuelo.
Y quisiera, corazón, que fuera hoy, justo ahora, cuando te viera frente a mí y entenderte del todo.
Acabar con la agonía que me roba el sueño, pintar una sonrisa de mil colores, mientras te acercas a mí y me susurras:
- Dame un abrazo y  luego un beso.

Seguramente te sonreiría y te diría, ¿sólo uno?.
Te quedarías mirándome fijo a los ojos, con un rictus de sorpresa, lo sé, te conozco un  poco.
Extendería mis brazos como alas y te acogería por entero en un abrazo tierno, sin pensar en nada más.
Tendría tu cabeza descansando en mi hombro mientras tu te acomodas y te rindes como un niño.
Acariciaría suavemente tu nuca, con mis dedos enredados en tu pelo, porque sé que te gusta y te seda el alma.
Todo el tiempo que quisieras, no tengo prisa.
Esperaría hasta que el sueño te venciera, antes de írme, como cada noche de tu alcoba.
Y sobre tu frente dejaría un beso, sin mediar palabra.
Sería dulce como la miel, tenue como la noche y tierno entregado, como mi cariño por tí.
Tengo muchos, no te imaginas cuántos, sólo tienes que pedírmelos, cuando llegue la noche y estemos solos.